Catastrofizar.
La primera vez que escuché esa palabra fue en la cafetería de Monzo. Estaba sentado con una mentora almorzando. Conversábamos de los altibajos que era trabajar en una compañía que estaba duplicando (y a veces triplicando) en equipo y clientes cada seis meses. La experiencia, cómo te imaginarías, fue intensa, y estos momentos de reflexión y desfogue nos ayudaban a mantenernos sanos y enfocados.
Había tantos problemas, tan seguidos, durante tanto tiempo, que me comenzó a pegar un poco. Me volví profesional en identificar cómo podía salir mal o empeorar cada situación crítica, y me pasaba pensando en la infinidad de resultados. Encima de todo, me sentía culpable por la negatividad, y súper solo en mi situación.
Acabé de describirle mi situación, sintiéndome un póco ridículo y aislado, y Tara me respondió:
A mi me parece que estás catastrofizando.
Ca-tas-tro-fi-zan-do. Nunca había escuchado la palabra, pero la definición queda clara, y le encajaba como anillo al dedo a mi comportamiento.
Darle esa definición a mi comportamiento me alivió de inmediato. Me ayudó a normalizar y comenzar a aceptarlo - los primeros pasos en cambiar y mejorarlo.
Definir nuestros sentimientos, ponerle nombre a las cosas, las hace más tangibles, más reales. Van de ser algo que tiene control sobre nosotros, a algo que puedes afectar y mejorar - no solo un fantasma que tienes colgando sobre la cabeza.